Hacer deporte... todo un suplicio

Hacer deporte suele ser uno de los propósitos de muchas mujeres y hombres cuando cambiamos de año. 
" Este año me pongo en serio ", " Me apuntaré al gimnasio " y otras tantas son frases típicas con las que nos intentamos motivar, pero casi siempre acaban en fracaso... " es que no tengo tiempo " , " no me sirve de nada ", " Los lunes no tengo ganas... y los martes tampoco... ni los miércoles.." ...etc.


Aunque no nos guste hacer deporte, todas sabemos que es saludable y que nos ayuda a mantener el tipo. Por eso nos proponemos ir al gimnasio, salir a correr, hacer clases de... y la mayoría de las veces acabamos yendo un mes, hasta que nos cansamos o creemos que perdemos el tiempo. 

Una de las cuestiones que se plantean a mitad de año, justo en ese momento en el que te acuerdas que llega el verano y no has hecho nada para poder lucirte sin tapar los michelines es ... " lo tengo que hacer sí o sí "

" Cómo hago deporte cuando NO me gusta hacer deporte ? ".


1. Mejor, poco a poco

Esta es la disyuntiva: o sumarse al tan de moda modelo “machaca”, más conocido como H.I.T. (siglas de high intensity training o entrenamiento de alta intensidad) o buscar un esquema flexible que nos permita adaptar el deporte a nuestra vida sin descoyuntarnos en los primeros meses. Para quienes no anden familiarizados con el término H.I.T. basta decir que se trata de sesiones frenéticas, de una media hora de duración, donde se ejercitan los músculos a tope, casi sin dejarlo recuperar. Visto desde fuera da la impresión de un entrenamiento militar. Si te pilla en un buen estado físico, sus resultados son demoledores: excelente ejercicio cardiovascular, máxima tonificación y pérdida de peso. A este tipo de rutinas pertenece el Crossfit: subir por una cuerda, saltos pliométricos, abdominales con bolas gigantes, levantar pesas rusas, usar un saltador… De todo y a toda pastilla. Pero si vas de nuevas, acabarás con agujetas hasta en las pestañas. Además, el ritmo enardecido de la clase y la fatiga muscular (se satura el músculo y apenas hay tiempo para recuperar) favorece las lesiones. A las dos semanas de caminar como Chiquito de la Calzada y sentirte la más torpe del pelotón, incapaz de seguir el ritmo de la clase, es muy probable de te des de baja.


2. Comprensión, que esto no es Rocky

Algunos preparadores físicos empiezan a desmarcarse de esta tendencia y apuestan por un entrenamiento personalizado donde el maestro ejerce más de psicólogo que de preparador físico. Ya no se trata de mandarte a hacer abdominales hasta que eches tu primer potito, sino de enseñarte paulatinamente a usar tu faja abdominal, insistirte en la importancia de fortalecer esa zona y, sobre todo, animarte mientras sudas la gota gorda. La vida real no es Rocky y el coach debe estar a la altura. Se trata de que el entrenador y tú misma veáis poco a poco tus progresos, de que introduzca la actividad física en tu vida como algo agradable, no como un suplicio. También trabajan mucho lo de las excusas. Siempre hay una buena excusa para no ir al gimnasio. Que si estás cansada, que si no tienes tiempo porque hay que hacer la compra, limpiar la casa, hacer un informe… Una sesión no es más que una hora. Es cuestión de organizarse y sacar tiempo.


3. Entrenar según tu ciclo menstrual

Por mucho que entrenes, hay días en los que el cuerpo se empeña en no rendir. Les pasa hasta a corredores experimentados, como el maratoniano Chema Martínez, que sufrió lo indecible en la reciente Maratón de Nueva York. Mucho más si eres mujer, por aquello de los cambios hormonales. En Running Company, donde el 65% de sus clientas son mujeres, ya estructuran planes de entrenamiento con arreglo a los ciclos menstruales de cada corredora.


4. Sudar, sudar.. y luego.. ¡cañas y tapas!

Porque sí, porque no hay nada más mediterráneo que hacer algo de deporte al aire libre y luego celebrarlo levantando unas cervezas. Esa es la base de Beer Runners. Una iniciativa de Cerveceros de España que organiza carreras por todo el territorio nacional. Solo hace falta ser mayor de edad y querer correr. Primero, se suda durante 5 ó 10 kilómetros, y luego, cañas para celebrarlo. Lo de mezclar cerveza y deporte tiene una explicación dietética: “Se ha analizado la recuperación del metabolismo de los deportistas en relación con el consumo de cerveza y se ha concluido que, por ejemplo, las maltodextrinas (carbohidratos presentes en la cerveza) corrigen la posibilidad de hipoglucemia, que el consumo moderado de cerveza permite recuperar las pérdidas hídricas, o que contribuye a evitar dolores musculares como las populares “agujetas”, apuntan en su web. Sin contar con que algo de juerga después del esfuerzo sienta de maravilla.


5. Hacerlo en grupo

Quedar con amigos para ir al gimnasio o para salir a correr, hace más difícil lo de encontrar excusas. Eso sí, una vez en el recinto deportivo, hay que darlo todo. Y cuidado con el tapeo de después. Si solo has quemado 200 calorías en yoga pero te atizas unas bravas con croquetas cada vez que sales de clase, los michelines tomarán posiciones en tu anatomía. Le pillarás manía al ejercicio y abandonarás antes de lo previsto pensando que “no sirve de nada”.

Así que ya sabes... no hay escusa real para no hacer deporte, aunque no te guste, siempre hay alternativas que se puedan adaptar a tu vida!

Fuente informativa: Smoda
Imágenes: Google

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